jueves, 5 de junio de 2014

SANTA MARTA, un encanto natural de mar y montañas

Mi viaje por Colombia estaba a punto de terminar y la ansiedad empezaba envolverme nuevamente, pero esta vez con cierto desvario de tristeza, por no querer que la aventura acabe. Santa Marta fue la siguiente parada.

Esta ciudad caribeña, de casi 400 mil habitantes, alberga un tipo de magia difícil de describir. Su patrimonio arquitectónico inigualable, hermosos paisajes y un gran legado cultural, hacen de este paraíso natural un destino ideal para disfrutar, conocer y recordar por siempre.

Maria Emilia, más conocida actualmente como Mary, fue nuestra anfritriona. Esta canadiense de nacimiento, pero latina de corazón, pasó por mi casa en Guayaquil hace casi 3 años y desde entonces nuestra amistad nunca dejó de latir. Luego decidió establecerse en Colombia, específicamente en Taganga, donde nos abrió las puertas de su hogar, junto a su esposo Juan Carlos, y rememoramos momentos de angustiosa felicidad.


En Santa Marta es posible tenerlo todo, desde el templado frío de la Sierra Nevada a 5.757 msnm, con una red de ecosistemas montañosos única en el planeta, a tan solo 45 km del Mar caribe, hasta cálidas playas en el Parque Nacional Natural Tayrona, enmarcadas por una naturaleza virgen y exuberante, reconocidas entre las más bellas del mundo. 

Gracias a Mary, tuvimos la oportunidad de hacer snorkel y recorrer las pintorescas calles de esta pequeña urbe. Todo el movimiento prolongado que acarrea durante un día normal en la ciudad, se pierde al caer la tarde, mientras te dejas hipnotizar por espectaculares atardeceres junto al mar.




Cerca de Santa Marta, se encuentra el pequeño poblado de 'Aracataca' o también conocido como 'Macondo' cuna del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez. La casa donde pasó su niñez y parte de su adolescencia, ahora era todo un museo, adornada con citas en las parades de sus más célebres obras y estéticamente ocupada por instrumentos utilizados en la época, como su escritorio, cuna, comedor, etc. Sin duda, esta fue una de las experiencias más notables y enriquecedoras del viaje. 


Luego de esta vivencia cultural, conocimos a tres caleños, estudiantes de arte dramático que se encontraban en una especie de congreso en 'Fundación' otro pueblo cerca de Santa Marta; así que gracias a la química surgida, compartimos una noche de copas y relatos singulares. Nos aconsejaron sobre lugares que debeíamos conocer en nuestro destino final, que era justamente Cali, y nos despedimos con un chapuzón de media noche y un hasta pronto.

Personalmente esta ciudad me regaló un despertar emocional que aun desconocía en mi, y me ayudó a equilibrar diferentes situaciones, disfrutando simplemente de ellas, sin importar cuan buenas o complicadas sean. Por suerte en Santa Marta, tuve las mejores de tovo mi viaje. 



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